Las enfermedades reumáticas o artropatías son enfermedades crónicas provocadas por causas y mecanismos complejos y no suficientemente conocidos, por lo cual no es de extrañar que su tratamiento sea igualmente complejo y prolongado.
En la actualidad disponemos de tratamientos muy eficaces para las artropatías, capaces de proporcionarle una buena calidad de vida. No obstante, todavía no existen tratamientos curativos, por lo que necesitará recibir medicamentos durante largos espacios de tiempo o incluso durante toda su vida. Lo que resulta esencial es que estos tratamientos se instauren lo antes posible, con el fin de evitar las secuelas irreversibles de la enfermedad en fases avanzadas.
El tratamiento de las artropatías, tales como la artritis reumatoide, la espondilitis anquilosante o la artritis psoriásica, se basa en la utilización de medicamentos con efectos diferentes sobre la enfermedad:
- Los tratamientos sintomáticos, que son útiles para aliviar el dolor y la inflamación a corto plazo, pero que no sirven para modificar la evolución de la enfermedad a largo plazo.
- Los tratamientos modificadores de la enfermedad, también denominados FAME, que tienen un efecto más profundo sobre los mecanismos de la enfermedad.
Ambos se usan de manera conjunta en un paciente y se combinan de diferentes maneras en función del tipo de enfermedad y las características particulares de cada paciente.
- Los tratamientos sintomáticos consisten fundamentalmente en antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) y analgésicos. Estos fármacos actúan rápidamente sobre el dolor, pero no frenan los mecanismos de progresión de la enfermedad. De ahí que no deban constituir por sí solos el tratamiento completo de un paciente con artritis, salvo en situaciones excepcionales.
Los corticoides son útiles en el tratamiento de las artritis. Son rápidos y eficaces para controlar los brotes de la enfermedad y suelen utilizarse como complemento de otros tratamientos a dosis bajas. Además, dado su rápido efecto, se utilizan como tratamiento “puente” hasta que los FAME, de acción lenta, empiezan a actuar. Sus efectos secundarios como el aumento de peso, cataratas, aumento de los niveles de glucosa en sangre y osteoporosis se relacionan con su uso prolongado y a dosis altas. Sin embargo, utilizados a bajas dosis y de forma juiciosa, aportan en muchos casos claros beneficios.
- El otro grupo de medicamentos es el de los llamados tratamientos modificadores de la enfermedad o FAME y son la base fundamental de la terapia frente a la artritis. Estos tratamientos no sirven para tratar el dolor en un momento determinado, sino que actúan frenando los mecanismos inmunológicos que dan lugar a la enfermedad y a sus consecuencias de inflamación y destrucción de las articulaciones. Resulta esencial iniciar un tratamiento con fármacos modificadores de la enfermedad lo antes posible. Esto redunda en un beneficio mucho mayor para usted.
De forma general, podemos distinguir dos grupos de fármacos modificadores de la enfermedad: los tradicionales y los agentes biológicos.
– Los FAME tradicionales suelen asociarse a antiinflamatorios y corticoides al inicio del tratamiento. Se busca conseguir la «remisión clínica» del trastorno, es decir, interrumpir la actividad inflamatoria causante de las lesiones. Algunos de estos medicamentos, como el metotrexato, la leflunomida, la sulfasalacina y los conocidos como antipalúdicos, se utilizan hace muchos años, y por ello se conocen como FAME «tradicionales». Son medicamentos seguros, si bien deben tomarse ciertas precauciones cuando se utilizan, como hacerse controles analíticos periódicos.
Los FAME más comúnmente utilizados son: hidroxicloroquinina, sulfasalazina, metotrexato y leflunomida. Menos frecuentes son: azatioprina, D-penicilamina, sales de oro, minociclina y ciclosporina. El tratamiento inicial (primer escalón) recomendado en todos los pacientes que no hayan sido tratados anteriormente con un FAME es el metotrexato.
– Los FAME biológicos constituyen el último adelanto en el tratamiento de las artropatías y han supuesto un gran avance en el control de la enfermedad. Han demostrado una gran eficacia para controlar los síntomas en pacientes que no responden a los FAME tradicionales. Además, son capaces de frenar las destrucciones y deformidades articulares. Son proteínas fabricadas por técnicas de ingeniería genética que bloquean de manera selectiva alguna molécula o célula que juega un papel importante en los mecanismos de producción de la enfermedad como la proteína denominada factor de necrosis tumoral (TNF) o la Interleukina-1 (IL-1). Se administran de forma subcutánea o intravenosa. Entre ellos se encuentran: infliximab, adalimumab, etanercept, golimumab, anakinra, tocilizumab, rituximab, abatacept, secukinumab. En los últimos tiempos, la introducción de estas terapias ha modificado en gran medida la historia natural de la enfermedad y frenado el daño estructural que ésta desencadena.
Es importante mencionar que el tratamiento de las enfermedades reumáticas debe individualizarse según las características de cada paciente. Así, hay pacientes para los que la mejor elección puede ser un fármaco modificador de la enfermedad tradicional, mientras que otros requerirán la utilización de un agente biológico.
Todos estos medicamentos pueden ser más o menos eficaces, dependiendo de muchas circunstancias; pero también pueden generar una gran variedad de efectos adversos, más o menos acentuados. Por ello, es muy habitual que a lo largo del tratamiento se ajusten las dosis y se introduzcan modificaciones en el plan terapéutico cuantas veces resulte necesario, atendiendo a las características y necesidades de cada paciente.
Por otro lado, además del tratamiento específico, no debemos olvidar el control de otros procesos con frecuencia asociados a estas enfermedades, como la osteoporosis o los factores de riesgo cardiovascular.
¿Es peligroso abandonar el tratamiento?
La no realización correcta del tratamiento por pacientes con artropatías es un problema que se da con frecuencia, aunque también aparece en todo tipo de enfermedades. En general, es consecuencia de olvidos, ante la aparición de efectos secundarios no graves e incluso probar y ver qué ocurre sin tomar la medicación. Esto último suele ocurrir especialmente en enfermedades crónicas, sobre todo en los periodos que no provocan síntomas, como ocurre con frecuencia con pocos síntomas e incluso asintomáticos, porque la enfermedad está controlada.
Esta situación puede provocar diversas consecuencias, que además podrían ser evitables. La primera y más importante es que al no tomar la medicación, la enfermedad se mantenga activa y, por tanto, con capacidad de provocar lesiones, que podrían ser irreversibles. Por otra parte, el médico que controla al paciente puede tomar decisiones erróneas, incrementando la terapia o añadiendo nuevos fármacos, que pueden a su vez provocarle efectos secundarios.
Lo importante es que el médico y usted consensúen previamente la mejor pauta para asegurar la realización correcta del tratamiento, teniendo en cuenta tanto sus preferencias como las posibles obligaciones de la vida personal o laboral. Finalmente, es adecuado que conozca la evolución natural de la enfermedad que padece y, por tanto, las consecuencias de no realizar el tratamiento de forma adecuada.
La atención del paciente con artropatías está en manos de un equipo asistencial compuesto por diferentes profesionales sanitarios como: el reumatólogo, el farmacéutico, el médico rehabilitador, el terapeuta ocupacional, el fisioterapeuta, el personal de enfermería y el asistente social. Sin embargo, el auténtico protagonista del equipo asistencial usted como paciente, quien no sólo es el destinatario de todas las atenciones, sino también la primera persona que puede advertir la aparición de cualquier síntoma atribuible a la enfermedad o a los variados efectos adversos que puede generar la medicación administrada. Por ello, una vez más, es muy conveniente que los pacientes tengan un suficiente grado de conocimiento sobre la enfermedad y su tratamiento.
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