Como explicamos en la entrada dedicada a las bacterias multirresistentes, (https://tufarmaceuticodeguardia.org/la-pandemia-mundial-de-las-bacterias-multirresistentes-ya-esta-aqui) se estima que en 2050 las bacterias resistentes a antibióticos causarán 10 millones de muertes anuales en todo el mundo. Los antibióticos que eran eficaces contra enfermedades producidas por bacterias están dejando de serlo a causa de las resistencias.
La fagoterapia, es decir, la terapia que emplea virus que infectan a bacterias, se postula como un posible complemento en el tratamiento de estas bacterias resistentes a todos los antibióticos. Nos tenemos que remontar a 1915, cuando el microbiólogo inglés Frederick W. Twort describió que las bacterias podían sufrir una “enfermedad” que las destruía y que podría estar causada por algún tipo de virus que las infectaba. Dos años después, el francés Felix D´Herelle, descubrió el mismo fenómeno y decidió denominar a estos virus bacteriófagos, virus que “comen” bacterias. Con el descubrimiento en 1928 de la penicilina, y a raíz de ella del resto de antibióticos, se abandonaron los estudios con bacteriófagos para tratar infecciones. La principal ventaja de los antibióticos frente a los fagos fue su potente actividad y amplio espectro, eran activos frente a gran cantidad de bacterias distintas.
Ventajas e inconvenientes del empleo de los fagos
Las principales ventajas son su alta especificidad y rapidez de acción contra la bacteria concreta que produce la infección, ya que los fagos no infectan a las células humanas ni animales, ni tampoco atacan al resto de bacterias beneficiosas presentes en nuestro organismo, es decir, nuestra microbiota. Además, las bacterias tienen una menor tendencia a hacerse resistentes a los fagos, y la producción de fagos es mucho más fácil y económica que la de un antibiótico. Otra ventaja importante es la enorme diversidad biológica de fagos. Son muy abundantes en la naturaleza y los encontramos junto a bacterias en multitud de ambientes, lo que supone una fuente inagotable de bacteriófagos que, haciendo uso de las nuevas tecnologías en microbiología, pueden permitir a medio plazo el desarrollo de moléculas terapéuticas adaptadas a las necesidades de cada cuadro infeccioso en concreto.
Por el contrario, uno de los riesgos de la fagoterapia es la interacción de los fagos con nuestro sistema inmune, ya que si llegan al torrente circulatorio, pueden inducir anticuerpos específicos que pueden llegar a inhibir su actividad, limitando su eficacia, sobre todo en tratamientos continuados en el tiempo. Otro problema es que los fagos, al lisar las bacterias, pueden aumentar la concentración de endotoxina o superantígenos bacterianos que pueden tener efectos tóxicos o inducir una respuesta inflamatoria. Además, los fagos pueden llevar consigo algunos genes de virulencia o de resistencia a los antibióticos que pueden transferirse a otras bacterias.
La fagoterapia en la actualidad
Hoy en día, el Instituto Eliava en Georgia cuenta con la mayor colección de bacteriófagos del mundo. Producen bacteriófagos para tratar todo tipo de infecciones: sepsis, peritonitis, mastitis, abscesos purulentos, neumonías y bronquitis, quemaduras, etc. Y en todo tipo de formatos: líquido, pastillas, pomadas, aerosoles y nebulizadores e incluso supositorios. Preparan cócteles de combinaciones de fagos para serotipos distintos de Escherichia, Enterococcus, Proteus, Pseudomonas, Shigella, Salmonella, Staphylococcus y Streptococcus.
Es famoso el caso de Karen Northshield que en 2016 sufrió un politraumatismo durante un atentado en el aeropuerto de Bruselas. Tras su ingreso hospitalario desarrolló una infección en el muslo por la bacteria Klebsiella pneumoniae que no respondía al tratamiento con ningún antibiótico y el equipo médico decidió recurrir al tratamiento experimental de fagos. Tras analizar el genoma de la bacteria, se envió al mayor banco de fagos del mundo de Georgia y se seleccionó el fago más efectivo. Este se aplicó en la superficie de la herida de la paciente, produciendo la lisis de las bacterias y contribuyendo con ello a que los antibióticos pudiesen hacer su efecto. De esta manera, la terapia combinada de fagos y antibióticos logró eliminar la infección por completo.
En los últimos años también se ha autorizado el uso clínico de fagos como terapia compasiva en diversos países como Francia, Bélgica, Suiza, EEUU y Canadá.
Además, se están estudiando nuevas estrategias para mejorar y superar las limitaciones de la fagoterapia: el diseño de nuevas combinaciones de varios fagos al mismo tiempo, la combinación sinérgica de fagoterapia y antibióticos, el empleo de productos del fago en vez del fago completo (como las endolisinas), el uso nuevas tecnologías de formulación de medicamentos como liposomas, o la manipulación genética de los propios fagos. Actualmente, los fagos se pueden modificar genéticamente para cambiar la especificidad de la bacteria huésped, reducir su inmunogenicidad, evitar que liberen toxinas bacterianas para minimizar su respuesta inflamatoria, extender su supervivencia después de su administración (fagos que duren más tiempo en el torrente circulatorio), mejorar su acción frente a biofilms bacterianos con enzimas que degraden esos biofilms, mejorar la lisis de las bacterias, etc.
De todas formas, la extensión del uso de fagos para curar enfermedades infecciosas va a requerir una regulación específica para estos nuevos productos terapéuticos que tendrá que ir de la mano de la provisión de formación e información a la ciudadanía sobre estos nuevos agentes. Se trata ver a los virus como amigos y no como enemigos, ya que algunos de ellos incluso nos pueden salvar la vida.
Fuentes (consultadas 11/02/2022):
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